miércoles, 15 de enero de 2014

El Necronomicon

El Necronomicón

El Necronomicón fue citado muchas veces por Lovecraft a lo largo de su obra y, pese a que admitió que no era más que un invento suyo, algunos aún creen que el Necronomicón existe y que en él se encierran los secretos para despertar a las terribles y siniestras fuerzas que alguna vez imperaron sobre la Tierra antes de que la Humanidad viese la luz. . . «Que no está muerto lo que yace eternamente, y con los eones extraños incluso la muerte puede morir» (Cita que H. P. Lovecraft extrajo del Necronomicón) . .
El libro
Al igual que Jorge Luis Borges, H.P. Lovecraft fue un maestro a la hora de inventar libros que nunca existieron y crear y usar con asombrosa verosimilitud las citas de aquellas quimeras bibliográficas. Fruto de ese talento es el Necronomicón, texto que principalmente es un grimorio ficticio que pertenece al ámbito de la magia negra (sobre todo nigromancia), que fusiona terribles ritos pre-arios con elementos que recuerdan a los grimorios medievales y con otros rituales conocidos por los folcloristas y que, por los relatos que encierra, es capaz de suscitar en muchas mentes la idea de unos terribles seres primigenios que vinieron de las oscuras entrañas del cosmos y desplegaron sobre la Tierra una siniestra civilización anterior a los primeros hombres. Combinando en el Necronomicón lo ficticio y lo real, Lovecraft desplegó todos sus amplios conocimientos de Ocultismo y Mitología para escribir su siniestra obra y así, a través de aquella y del paso del tiempo, dar lugar a varios textos que reclaman ser el verdadero Necronomicón, a escritos falaces que abalan su existencia, a fichas ficticias que incluso han llegado a librerías universitarias y, desde luego, a muchos (particularmente ocultistas y aficionados a lo gótico y tendencias afines) ilusos que lo buscan y afirman que en realidad, debido a la presión ejercida por oscuras fuerzas, lo que Lovecraft inventó no fue el Necronomicón sino mas bien su afirmación de que había inventado el Necronomicón, siendo así mentira que el Necronomicón era una elaborada mentira suya… .
Su etimología
“Necronomicón” —nombre inventado por Lovecraft a partir de un sueño— viene de “nekros” (“muerto” en griego), “nomos” (“ley” en griego) e “ikos” (partícula griega sin sentido propio que se usa para formar adjetivos) y significa algo así como “relativo a las leyes de los muertos”; aunque, según la más detallada interpretación que el propio Lovecraft le da en una carta escrita a Harry O. Fischer en 1937, su significado sería “Imagen de la Ley de los Muertos”. En árabe —idioma en el que supuestamente se habría escrito el ejemplar primigenio— su título es “Kitah Al-Azif”, lo cual significa “el rumor de los insectos por la noche”, nombre éste que ya refleja la filiación sombría del libro en tanto que en el folclore árabe se le atribuían a demonios como los djins y los gules el mismo ruido de los insectos nocturnos, por lo cual, dentro del título, “insectos” es una forma metafórica de decir “demonios” y por tanto el sentido final sería “el rumor de los demonios por la noche”, título ciertamente complejo en tanto que “rumor” y “noche” se prestan a exhaustivas interpretaciones simbólicas. En cuanto al nombre del autor (ficticio) del Necronomicón, el árabe Abdul Al-Hazred, vemos que éste es un nombre que se encuentra en las Mil y una noches y que, según dejan traslucir ciertas cartas de Lovecraft a sus amigos, se trata de un vanidoso apodo que Lovecraft se auto-otorgó en la infancia tras leer las Mil y una noches, apodo que, por analogía fonética, significa “El que todo lo ha leído” en tanto que suena casi igual que “All has read”. .
La fantástica historia del Necronomicón
Esta historia, que aún es creída por algunos como real, fue ideada por Lovecraft en 1927 dentro de un texto llamado “Una historia del Necronomicón”, escrito éste último que habría de ser publicado en 1938 (ya fallecido el autor) gracias a los varios amigos de Lovecraft que admiraban su obra. En ella se nos habla de Abdul Al-Hazred, un poeta árabe oriundo de Saná (Yemen), el cual supuestamente habría escrito la obra durante la dinastía de los califas Omeyas en el año 738 d.C.
Todo empezó cuando Al-Hazred visitó las ruinas de Babilonia y los secretos subterráneos de Menfis, pasando después diez años en completa soledad dentro de un desierto ubicado al sur de Arabia y conocido actualmente como el Dahna o “Desierto Escarlata”, un desierto del cual se cree que está habitado por espíritus malignos y horrendos monstruos, una árida y extensa región en la que, todo aquel que ha permanecido un tiempo y escapado con vida, ha afirmado ser testigo de cosas extrañas e inquietantes fenómenos sobrenaturales. Nadie sabe bien cómo Al-Hazred sobrevivió todo ese tiempo, pero lo cierto es que, fruto de esa experiencia, en esos últimos años de su vida transcurridos todos en Damasco, Al-Hazred escribió, bajo el nombre de “Kitah Al-Azif”, el libro que actualmente es conocido como el Necronomicón. En cuanto a su conocida locura, se decía que Al-Hazred no era muy devoto de la fe islámica, que adoraba a unas entidades desconocidas que él llamaba “Yog-Sothoth” y “Cthulhu” y que afirmaba haber conocido a la mítica ciudad de Ilrem o Ciudad de los Pilares, ciudad en la que decía haber hallado en sus ruinas los arcanos indicios de una raza inteligente anterior a la Humanidad. Volviendo al Necronomicón, escribirlo le costaría demasiado caro. Fue así que, según nos cuenta en el siglo XII su biógrafo Ibn-Khalikan, Al-Hazred tuvo una muerte magnífica acontecida a plena luz del día: en la mañana, bajo los rayos intensos del sol y ante los rostros aterrorizados de numerosos testigos, Al-Hazred fue devorado por un monstruo invisible.
Mucho después de su muerte, en el año 950 y como consecuencia de su circulación secreta entre ciertos grupos filosóficos, Theodorus Philetas lo tradujo al griego bajo el conocido título de “Necronomicón”. Fue entonces que, debido a la influencia del libro ocasionada por su traducción, horribles y misteriosos hechos obligaron al patriarca Michael a ordenar quemar todos los especímenes que se encontrasen de la temible obra, sumergiéndose así el Necronomicón en la oscuridad hasta que en 1228 Olaus Wormius encontró una traducción al latín. Por ello, la obra se convirtió en un foco de atención y en 1232 el Papa Gregorio IX la prohibió, aunque fue impresa dos veces en la posteridad: una (se cree que en Alemania) en el siglo XV y con letras negras y otra en el siglo XVII (posiblemente en España). En cuanto a la famosa traducción al inglés (basada en un ejemplar del original árabe) que supuestamente habría hecho John Dee, aquella nunca fue reproducida en la imprenta. En cambio, las dos versiones latinas aún se conservan, estando la del siglo XV en el Museo Británico y la del siglo XVII, a través de tres ejemplares que quedaron de ella, en la Biblioteca Wiedener de la Universidad de Harvard, en la Universidad de Miskatonic en
Arkham y en la Universidad de Buenos Aires. No obstante se rumorea que hay más copias secretas: una del siglo XV que supuestamente fue a parar a manos de un millonario estadounidense y otra griega del siglo XVI que pertenece a la familia Pickman de Salem pero que casi seguramente desapareció junto con el artista R.U. Pickman en 1926. Finalmente Lovecraft, en la época en que escribió la historia del Necronomicón, afirmó que el sistema legal inglés tenía prohibido el libro, en parte porque se creía que su lectura podría hacer caer a su lector en la más profunda locura. .
El Necronomicón: una ficción que llegó a burlarse de la realidad
A la hora de establecer la falsedad del Necronomicón, nada tiene más peso que la propia declaración que Lovecraft hizo acerca del libro: ‹‹Ahora bien, sobre “los libros terribles y prohibidos”, me fuerzan a decir que la mayoría de ellos son puramente imaginarios. Nunca existió ningún Abdul Alhazred o el Necronomicón, porque inventé estos nombres yo mismo. Luwdig Prinn fue ideado por Robert Bloch y su De Vermis Mysteriis, mientras que el Libro de Eibon es una invención de Clark Ashton Smith. Robert E. Howard debe responder de Friedrich von Junzt y su Unaussprechlichen Kulten…. En cuanto a libros escritos en serio sobre temas oscuros, ocultos, y sobrenaturales, en realidad no son muchos. Esto se debe a que es más divertido inventar trabajos míticos como el Necronomicón y el Libro de Eibon››
Pese a la declaración citada, muchos siguieron creyendo en la elaborada mentira de Lovecraft, en parte porque éste había dado las coordenadas —ficticias en unos casos, reales en otros— de ciertos lugares en que aún se preservaban ejemplares, lugares como la Universidad de Harvard, la Universidad de Buenos Aires, la ficticia Universidad de Miskatonic, la Biblioteca Nacional de París o el Museo Británico. Así, muchos curiosos han indagado en esos lugares para darse cuenta de que o bien no hay nada, o bien el lugar no existe (U. de Miskatonic), o bien, como en ciertas universidades de U.S.A. que no se ha nombrado en este párrafo, hay ejemplares pero esos ejemplares son evidentemente ficticios; mas, pese a eso, muchos siguen buscándolo en los lugares que Lovecraft señaló (y en otros que no señaló) y algunos han sido seriamente perjudicados por
inescrupulosos que les han vendido supuestos ejemplares originales del Necronomicón, ejemplares estos con características como portadas forradas en piel, páginas de materiales antiguos, grabados envejecidos y otros atributos destinados a sembrar en el incauto la ilusión de que ante sus ojos está un libro viejo, antiguo y siniestro… Sumado a lo anterior, en internet es posible encontrar páginas que fingen develar los misterios del inexistente libro o, peor aún, sitios en que se intentan vender ejemplares “originales” a precios exorbitantes, dándose en muchos casos la situación de que esos ejemplares son solo réplicas de grimorios medievales.
Ejemplo destacable de las farsas que hay es aquel que, en su artículo “The Making of a Hoax”, August Derleth nos narra. Allí, Derleth cuenta que en 1962, dentro de una publicación llamada “Antiquarian Bookman”, apareció un anuncio que decía: ‹‹Alhazred, Abdul. Necronomicón, España 1647. Encuadernado en piel algo arañada descolorida, por lo demás buen estado. Numerosísimos grabaditos madera signos y símbolos místicos. Parece tratado (en latín) de Magia Ceremonial. Ex libris. Sello en guardas indica procede de Biblioteca Universidad Miskatonic. Mejor postor››. También, en el mismo artículo, Derleth cuenta que cierto estudiante, a manera de broma, incluyó una ficha (inventada) del Necronomicón en el área BL 430 de la sección de religiones primitivas de la Biblioteca General de la Universidad de California, logrando así que en poco tiempo el libro sea pedido no solo por alumnos sino también por profesores. Siguiendo la línea anterior, el famoso escritor Jorge Luis Borges ideó una ficha sobre el Necronomicón y la incluyó en la Biblioteca Nacional de Argentina
El caso de Borges es solo una notable isla en el archipiélago conformado por los numerosos artistas y escritores que, intentando dar vida a la leyenda, han publicado libros bajo el título del “Necronomicón”, libros en los que generalmente no se expone su falsedad. Muchas de esas obras son meros listados de primigenios y otras entidades, compilaciones de símbolos y conjuntos de oraciones en donde muchas veces se puede apreciar una imitación pobre y reduccionista del estilo de escritura de Lovecraft. Aunque, como en casi todo, existen excepciones y es así que algunos ejemplares son auténticas piezas de colección, empobrecidas únicamente por la ausencia, dictada por los derechos de autor, de frases que Lovecraft inventó y utilizó para citar al inexistente Necronomicón en el contexto de sus
relatos ya que, evidentemente y como es sabido, Lovecraft en gran parte inventó el Necronomicón para enriquecer su universo ficcional y fortalecer los mecanismos de verosimilitud de su sistema literario de narrativa.
Además de imitaciones buenas y malas, el Necronomicón también ha dado pie a obras artísticas y literarias inspiradas en él. Ejemplo de ello es el magnífico Giger ´s Necronomicón, una recopilación del macabro y genial arte del dibujante H.R. Giger, la cual fue editada en dos volúmenes y tiene una presentación en piel negra, con holograma escondido y tiraje de 666 (el número no es casualidad…) ejemplares, todo para deleite del coleccionista. Memorable también es la recopilación de relatos de fans de Lovecraft que la editorial española La Factoría de Ideas publicó bajo el título del “Necronomicón”, o el también así titulado libro de Donald Tyson, el cual es en realidad una autobiografía de Abdul Al-Hazred en la que, entre otras cosas, se exponen y explican numerosos mitos, se mencionan ciudades citadas por Lovecraft en sus escritos y se desarrolla una cosmología sobre el origen del mundo propia del universo lovecraftiano, todo en una imitación bastante buena del estilo propio de los escritores árabes que vivieron en la época del ficticio Abdul Al-Hazred. .
Algunas versiones importantes del Necronomicón
1-El Necronomicón de DeCamp-Scithers Su autor nos cuenta cómo, en las afueras de Irak, robó un libro llamado “Al-Azif”, el cual fue traducido después por un estudioso que, tras desempeñar su labor, murió de forma trágica. La historia susodicha ha sido desmentida pero, según se sabe, la historia (con ligeras variantes) de aquel estudioso en realidad sí le sucedió a un cabalista mexicano que desapareció en Israel a fines de los 90 y, así mismo, a un rabino judío. Aunque, como siempre sucede con el esquivo y al parecer inexistente Necronomicón, los textos traducidos nunca aparecieron.
2-El Necronomicón de Wilson-Hay-Turner-Langford El autor, un ocultista y novelista, cita en esta obra a personajes como Dominic Purcell o el padre de Lovecraft, quien según algunos fue un masón que tuvo una copia de la traducción
del Necronomicón hecha por John Dee y, antes de morir, introdujo al pequeño y brillante (escribía y leía a los 2 años) Lovecraft en las ciencias ocultas[1]. También, aquí Wilson habla de los Iluminati (la élite masónica) y de ocultos juegos mundiales de poder como aquel que supuestamente acabó con Kennedy y creó el proceso que permitió la entronización del Cuarto Reich (el de USA, con Bush como su mayor representante). Este libro, que mezcla datos reales con ficciones, tiene para los creyentes del Necronomicón un fondo de verdad.
3-El Necronomicón de Simón: Esta versión, lanzada en 1977 por la editorial Schlangekraft.Inc, tiene la particularidad de que su autor real no se conoce y, todo cuanto proporciona el libro en cuanto a su autoría, es el simple nombre de “Simón”, quien supuestamente solo habría escrito el prólogo[2] ya que lo demás —el Necronomicón como tal, principalmente— habría sido entregado por un misterioso monje. El libro, además de desplegar toda una cosmología y un enorme aparato simbólico de magia, ofrece el testimonio (supuestamente auténtico…) de un “árabe loco” que no es otro sino el famoso Al-Hazred. 4-El Necronomicón de Gregorius No es sino una traducción alemana del Necronomicón de Simón en la cual se ha añadido un prólogo de la Goetia. 5-El Necronomicón de Quine Esta versión, que supuestamente es una traducción (y no una invención) del Necronomicón hecha por Antonius Quine, es una de las más tajantemente rechazadas como falsas por parte de los estudiosos. 6-El Necronomicón de Frank Ripel Su autor, a lo largo de tres volúmenes, despliega un largo y erudito discurso a través del cual no solo nos cuenta cómo algunos han usado comercialmente al Necronomicón sino también cómo el Necronomicón ha sido visto y usado por distintos grupos, siendo así una suerte de eslabón perdido en el Esoterismo para unos, un sistema de Tarot para otros e incluso, para algunos (incluyendo el autor del libro), un sistema de teo-cosmología que los atlantes (a los cuales les causó la ruina) pasaron a los egipcios y que, además de tener paralelismos con el Sautenerom y la Magia Roja Egipcia, permite llenar los hoyos de la Cábala. A pesar de ser muy buenas las elucubraciones ocultistas de Ripel, es sabido que Lovecraft sabía mucho de Ocultismo y Mitología y no dejó nada a la arbitrariedad sino que calculó todo de modo tal que se pudiesen ver paralelismos del Necronomicón en otros sistemas mágico-cosmológicos e, inclusive, mediante una combinación de abstracción e imaginación, usar elementos del Necronomicón para rellenar los agujeros de sistemas como la Cábala. Principalmente por eso, la trilogía de Ripel no goza de mucha credibilidad en tanto discurso que pretende legitimar al Necronomicón. 7-El Necronomicón de Perez-Vigo Este libro es un intento por construir un sistema de Tarot a partir de ciertos elementos conceptuales del Necronomicón.
8-El Necronomicón de Lin Carter Es una publicación de la incompleta (a causa del fallecimiento del traductor) traducción[3] que Lin Carter intentó del Necronomicón de Dee; aunque, a dicha traducción parcial, se suman piezas ficcionales inspiradas en el Necronomicón. 9-El Necronomicón de H.R. Giger Esta obra, pese a su título, es en realidad una colección de dibujos inspirados en el universo que Lovecraft creó para el Necronomicón. 10-El Proyecto Necronomicón Nació en la web como una iniciativa para, mediante la colaboración de varios autores, crear un falso Necronomicón de gran calidad. . APÉNDICES . . 1-El ungüento de Khephens El Egipcio ‹‹A quienquiera que unte su cabeza con el ungüento de Khephens se le concederán durante el sueño visiones veraces de los tiempos que aún han de venir.Cuando la Luna incrementa su luz, colocad en un crisol de tierra una generosa cantidad de aceite de Loto, rociadlo con una onza de polvo de mandrágora y agitadlo bien con una ramita en forma de horquilla de arbusto espinoso. Habiendo hecho esto, completad así el encantamiento de Yebsu (tomado de diversas líneas del papiro), así: Soy el Señor de los Espíritus, Oridimbai Sonadir, Episghes, Soy Ubaste, Phto nacido de Binui Sphe, Phas; En el nombre de Auebothiabathabaithobeuee Da poder a mi palabra, ¡Oh Nasira Oapkis Shfe! Da poder Chons-in-Thebes-Nefer-hotep, Ophois, ¡Da poder! ¡Oh Bakaxikhekh! Añadid a la poción una pizca de tierra roja, nueve gotas de natròn, cuatro gotas de bálsamo de incienso y una gota de sangre (de vuestra mano derecha). Combinad el conjunto con una medida igual de grasa de gansarón y colocad la vasija encima del fuego. Cuando todo se haya fundido bien y empiecen a surgir los vapores oscuros, haced el Signo Mayor y retirad el recipiente de las llamas. Cuando el ungüento se haya enfriado, colocadlo en una urna del más fino alabastro, que guardaréis en un lugar secreto (conocido sólo por vosotros) hasta que tengáis necesidad de él.››



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